08 mayo 2025
Xepe An Cöicoos: Cantos al mar y cultura viva Comcáac
Xepe An Cöicoos, “Cantos al mar” en lengua cmiique iitom, es un festival multicultural que honra la memoria, música y cultura viva del pueblo Comcáac en Punta Chueca, Sonora.
Un viaje hacia el corazón del territorio Seri
En Punta Chueca, Sonora, el pueblo Comca’ac (Seri) celebró una nueva edición del festival Xepe An Cöicoos, que en su lengua cmiique iitom significa Cantos al mar. Este evento, que fusiona música, arte y tradición, ha ganado relevancia como uno de los encuentros culturales más significativos del noroeste de México.
Vivirlo ha sido una experiencia extraordinaria. Llegar a Punta Chueca no es sencillo: ahí, la comunicación con el exterior desaparece, no hay señal telefónica ni internet, lo que al principio genera inquietud. Sin embargo, la majestuosidad del paisaje, donde el desierto se funde con el mar, logra desplazar cualquier ansiedad. Frente a mí se levantaba la imponente Isla Tiburón, la isla más grande de México, considerada un lugar sagrado para los Comca’ac, quienes se refugiaron allí para sobrevivir tras intentos históricos de exterminio.

Cantos, rituales y memoria viva
Durante tres días, la comunidad dio inicio a las actividades con cantos ceremoniales al mar, dirigidos por el Consejo de Ancianos, su máxima autoridad. Cada jornada arrancó con esta expresión espiritual, cargada de simbolismo y memoria ancestral.
Diana Reyes, gestora cultural, directora y fundadora de Cultura Sonora MX y del festival, compartió: «La fuerza de los cantos al mar conecta a los Comca’ac con sus ancestros. Este festival es, ante todo, una reafirmación de su identidad y una oportunidad para compartirla con el mundo».
Uno de los momentos más intensos fue presenciar el concierto de Hamac Caziim, una banda fundamental del rock indígena con más de 30 años de trayectoria. Su fusión entre cantos tradicionales y metal resonó con una fuerza conmovedora entre la audiencia, conformada tanto por habitantes de la comunidad como por visitantes. Ver cómo la gente bailaba al ritmo de estos cantos modernos y ancestrales fue una imagen que quedará grabada en la memoria.

La música tradicional toma el escenario: generaciones Comca’ac que entonan cantos de resistencia, sabiduría y amor por su territorio.

Una de las voces más sabias del pueblo Seri comparte sus cantos tradicionales.

Desde la música contemporánea, Brian Izaax canta en su lengua originaria y desafía el olvido con cada acorde.

Hamac Caziim en su máxima potencia: rock indígena que late con fuerza Comca’ac, encendiendo al público con su mensaje profundo y poderoso.
Encuentro de culturas y mitos del origen
El festival fue un mosaico multicultural: desde danzas tradicionales veracruzanas, sonorenses hasta cantos navajos, pasando por músicos de Cuba, Sonora y otros puntos de México. Todo convivía con naturalidad en el corazón del territorio Comca’ac, creando un diálogo de respeto e intercambio.
El cierre del festival fue especialmente emotivo, marcado por un canto de celebración a cargo de Betsa Torres, quien acompañó a la comunidad en este acto ritual. Así, se reafirmó uno de los mitos más importantes para los Comca’ac: el de la tortuga marina que trajo la tierra desde el fondo del océano. Según cuentan, todos los seres marinos intentaron descender a las profundidades, pero solo la gigantesca tortuga de los Siete Filos logró alcanzar el fondo y traer consigo un puñado de arena, del cual surgió la tierra. Por eso, cuando pescan una tortuga marina, deben hacerle fiesta, cantarle, danzarle y luego devolverla al mar.

Arte en cada gesto
La pintura facial, característica en los rostros Comca’ac, representa mucho más que estética. Es una expresión de identidad, linaje y emociones, una forma de arte que conecta con lo más profundo de su ser colectivo. Lo mismo ocurre con sus artesanías hechas de torote y palo fierro: son saberes heredados que hoy tienen un espacio de visibilidad en este festival.

Un legado lleno de misterios
El mundo de los Comca’ac se funda en el misterio del origen y el misticismo del mar al unirse con el desierto. Aunque se sabe que su dominio marítimo incluye el Golfo de California, muchas preguntas siguen abiertas: ¿De dónde provienen? ¿Desde cuándo llegaron a estas costas? Existen hipótesis que los vinculan con migraciones desde el Estrecho de Bering, con islas polinesias e incluso con pueblos del sur como los huaves de Oaxaca o antiguos habitantes de la costa chilena.
Sorprende, además, encontrar similitudes entre sus embarcaciones de carrizo y las utilizadas por los pueblos salinoan y ohlone de California, lo que sugiere posibles rutas compartidas. Participar en Xepe An Cöicoos no es solo asistir a un festival; es adentrarse en un universo de mitos, preguntas, memoria viva y resistencia cultural que sigue navegando entre las olas y el viento del desierto sonorense.

Gratitud compartida y celebración del espíritu Comcáac
Haxa tippe, que en cmiique iitom significa “gracias”, a Diana y a la comunidad Comca’ac por el cálido recibimiento.
Gracias por mostrarnos el poder simbólico de la pintura facial, que más que adorno, es un mapa vivo de identidad y linaje. Gracias por la fuerza de Hamac Caziim, banda con más de 30 años en el rock indígena, que fusiona cantos ancestrales con la energía del metal, emocionando a propios y extraños. Ver a toda la comunidad celebrando con ellos fue inolvidable.
Xepe An Cöicoos —“Cantos al mar”— es mucho más que un evento: es un espacio de encuentro donde convergen españoles, cubanos, navajos, veracruzanos, sonorenses, artistas y danzantes tradicionales. Un lugar donde la diversidad no solo se respeta, sino que se celebra a través del arte y el espíritu.
Me llevo conmigo la brisa salada, los colores en los rostros pintados, los cantos de los ancianos, y ese eco final de Betsa Torres que aún resuena en mi pecho.
Xepe An Cöicoos me recordó que hay lugares donde la cultura no es una pieza de museo, sino un latido que sigue vivo. Que hay comunidades que no piden permiso para existir, sino que celebran su existencia con orgullo y belleza. Y que cuando el mar canta con ellos, todos deberíamos escuchar.
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