La escultura es una respuesta física a un conjunto de emociones de necesitan salir del cuerpo y la mente para ser plasmadas en cuerpos tridimensionales con los que podamos identificarnos y reconocernos.
El joven artista coahuilense Francisco Diego ha convertido un espacio de trabajo multidisciplinario en un refugio para aquellas emociones que, a través de su obra, han ido saliendo a través de piezas que se agrupan en conceptos bien definidos que responden a su quehacer escultórico.
Dulce bilis es una exposición que celebra la búsqueda de la autenticidad y nos alienta a trascender las convenciones y descubrir más allá, nuestra verdadera esencia. Este conjunto de piezas resalta la interconexión y el crecimiento que experimentamos al desafiar las expectativas. La serie impulsa a abrazar la autenticidad y nos invitan a reflexionar sobre nuestra identidad, subrayando la belleza de definirnos a nosotros mismos a través de la resistencia positiva y la autoafirmación. En Dulce bilis, encontramos la dulzura de descubrir y celebrar nuestra verdadera identidad.
Hoy en día, Francisco Diego ha conseguido varios reconocimientos que le han permitido catapultarse como una de las jóvenes promesas en ramas que van más allá de la escultura y que integran pintura y poesía.
El Parque Lincoln de Polanco, en la Ciudad de México cuenta ya con una pieza de gran formato de este artista que puede ser visitada y admirada por el público en general para dar cuenta de la calidad de Francisco Diego. La zona de San Jerónimo tendrá próximamente una pieza de un formato similar que va colocando, rápidamente, a este joven escultor en el ojo de la población mexicana e internacional ya que una de sus piezas fue seleccionada como obsequio para el gobierno de Guatemala por parte del gobierno federal mexicano.