“Mi padre creía que yo podía ser arquitecto pero no quería influir en mi decisión. Me envió a estudiar un año al extranjero, a la Universidad St. John en Minnesota en Estados Unidos, cuyo campus fue diseñado por Marcel Breuer. Al llegar a la escuela, nos sorprendió una gran tormenta de nieve, aún así dormí en la habitación asignada y a la mañana siguiente salí a reconocer el lugar. Mi padre ya había hablado con uno de los padres benedictinos que manejaban esta universidad, quien me reconoció mientras caminaba por las instalaciones. Yo estaba admirando el campanario de la abadía de St. John´s, una obra maravillosa. El padre Hughes se me acercó, se presentó y amablemente me dijo: ‘Es impresionante, verdad?. Y yo respondí bien convencido: ‘Si esto es lo que hacen los arquitectos, yo quiero ser arquitecto’. Desde ese momento supe lo que quería ser y me di cuenta de la responsabilidad que asumía al llamarme igual que mi padre. Para mi fortuna, mi madre me había puesto un segundo nombre: Fernando. Así fuimos: Augusto H. Álvarez y Augusto F. Álvarez”.
Descanse en paz el creador de proyectos de diversas tipologías, desde torres de oficinas en la Ciudad de México hasta centros de negocios y comerciales en Mérida y Guadalajara, y el edificio sede del Congreso del Estado de Querétaro.