10 noviembre 2025
Glocal 86 | Covadonga Hernández: Un refugio atemporal en Valle de Bravo
En medio del bosque y rodeada de cedros se descubre la casa de fin de semana de la interiorista Covadonga Hernández. Un espacio abierto a la naturaleza en la cual ha logrado encontrar su refugio.
Una de las formas más agradables y efectivas para recargar pila y volver a la rutina con más fuerza es el ambiente relajado y tranquilo que se halla en su casa de fin de semana. «Aquella en donde el tiempo parece detenerse, donde departimos con los amigos o en la naturaleza, o donde simplemente descansamos con el afán de desconectarnos de las preocupaciones diarias, el trabajo y el estrés de la ciudad», enfatiza
Ese es el encanto que la interiorista Covadonga Hernández ha descubierto en el pueblo mágico de Valle de Bravo, en el Estado de México, un lugar del que se ha adueñado desde hace algunos años, que la nutre y en donde encuentra su dosis necesaria de paz.
«Amo Valle de Bravo», dice entusiasmada Covadonga rememorando todos los momentos que ha ido coleccionando ahí desde que tiene uso de razón. «Al final, esas casas de fin de semana se van armando y haciendo de recuerdos. Cuando llego allí me transformo, me fascinan los cedros, los pinos, los aromas del entorno y todo lo que encierra la atmósfera en sí misma», platica.
Un refugio personal
Hace 20 años fue cuando Hernández adquirió la propiedad, la cual se ha ido transformando en el transcurso del tiempo, según algunas modificaciones importantes que ella misma ha trazado y diseñado para lograr el resultado que hoy presume. «Es donde me desconecto del trabajo, donde estoy con mi familia, con mis hijos, donde no tengo presión de las horas, donde ando descalza, escucho música o cocino algo especial. Es mi refugio personal y más allá de que sea una casa de fin de semana, la habito también como una casa de entresemana para convivir con más gente y con amigos que no veo desde hace mucho. Al final, acaba siendo un lugar súper importante para la familia», admite.
«La casa –cuenta Hernández– era un típico inmueble de ladrillo, de tabique aparente con un espacio semicircular abierto que se conserva aún, pero al día de hoy eso ha cambiado conforme el uso que le hemos dado a los espacios. Todo era mucho más reducido, incluso había una terraza más chica en comparación con la que ahora disfrutamos».
Covadonga cuenta que al principio rentaban la casa, aunque desde el primer momento que llegaron les encantó debido a que tiene un terreno de casi 3,000 metros cuadrados y a que su ubicación es muy céntrica en la periferia del pueblo de Avándaro –muy cercano a Valle de Bravo–, con una vista increíble al pueblo de Cerro Gordo y a todo el bosque.
Conoce más de la casa y el trabajo de la arquitecta Covadonga Hernández en la edición impresa Glocal 86.
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