Tapa es un espacio elegante y cálido, en donde se pueden experimentar en vivo los rituales de la preparación de la propuesta gastronómica, degustar un pan de masa madre con tomate rallado, tomar un tinto de verano muy frío, meditar, conversar y reír.
Al entrar, se puede observar la barra y el bar, como un nodo de convivencia. Funcional y discreto para el usuario que viene con prisa; cómodo y vibrante para el usuario que desea quedarse a disfrutar con amigos.
A un costado, se proyecta el mobiliario que reorganiza el espacio, dejando la parte posterior para las zonas de servicio (cocina, barra del chef y aseos) y la parte frontal para el comedor que disfruta de la doble altura creada.
Para la construcción de este espacio se emplearon texturas y cromáticas basadas en Granada, en sus tradiciones, sus rituales y sus colores. Una paleta con verdes, naranjas, rojos, cafés; una combinación para lograr un espacio luminoso, alegre y acogedor en el área poniente de Monterrey, un lugar en donde se disfrutan las vistas de bellos atardeceres durante todo el año.
Los dos tonos de carpinterías se proponen, para que el tono claro sea el fondo que contraste todo el movimiento del área de comedor, en el que – de manera opuesta – se usa mobiliario con tono oscuro. Las luminarias tienen luz cálida difusa, y las paredes un tinte verde oscuro. El arte enmarcado con madera ha sido diseñado exclusivamente para Tapa. Las aperturas interiores son mínimas, tan solo un par de puertas discretas que no distraen al usuario mientras se usan.
Para crear una continuidad espacial y perceptiva con la plaza en la que se encuentra el restaurante, se mantuvo la fachada ligera de vidrio y se vistió con persianas de madera que presentan un constante y ligero balanceo entre cierre y apertura. Esta ligereza, superpuesta con un suelo rígido de concreto desbastado, permite que texturas cálidas, suaves y otras sólidas, establezcan un interesante diálogo material que pone de manifiesto la gran diferencia de las funciones arquitectónicas.