Al ver una construcción terminada pensamos en el arquitecto detrás de esa obra o en el despacho que con su trabajo dio vida a otra edificación que hará la diferencia de una forma u otra en la zona que le vio nacer. Sin embargo, para que una construcción sea posible el trabajo de los albañiles es muy importante.
El albañil realiza cimientos, prepara morteros, aplica enfoscados, levanta fábricas de ladrillo, tabiquerías, cubiertas y auxilia al resto de los oficios, abriendo rozas y fijando las conducciones, etc. Sin su trabajo los cimientos de toda obra ni siquiera serían posibles.
Además, el albañil debe poseer una serie de conocimientos que le permitan ejercer su trabajo con la máxima autonomía, interpretar las órdenes de los superiores, organizar el trabajo, realizar cálculos sencillos, así como interpretar los planos sobre los que realizar replanteos.
Con esto en mente, reconocemos su trabajo rememorando el origen del Día del Albañil o el Día de la Santa Cruz. No existe una versión oficial de esta festividad pero los historiadores afirman que fue después de la Conquista cuando los trabajadores del campo empezaron a cambiar sus rituales por ceremonias cristianas.
Algunos pueblos prehispánicos hacían ceremonias y sacrificios para pedir buenas cosechas en el año, y tras la evangelización, esta costumbre agrícola se mezcló con las creencias cristianas y se empezó a rogar a la Santa Cruz por los beneficios.
Pasado un tiempo, muchos de los campesinos dejaron a un lado el arado y la hoz y comenzaron a trabajar como albañiles. Sin embargo, no perdieron la tradición de encomendarse el 3 de mayo a la Santa Cruz para no sufrir accidentes laborales.
Cada 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, los trabajadores de la construcción adornan las cruces que existen en sus lugares de trabajo con colores llamativos, la adornan con flores y listones, y no hay construcción que no tenga una fiesta por el Día del Albañil.