Casa Azahares estudia el campo del noroeste mexicano y dignifica sus escenas más representativas: la puerta abierta, la madera de mezquite que crepita en el fuego nocturno, el nogal a lo lejos, las sombras del techo de acero y la sólida pared.
Este proyecto brinda un hogar a las trabajadoras de “Madre Tierra”, hombres y mujeres dedicados a la tierra y al cultivo de limones, naranjas y aguacates.
La rutina del campo nos hace recordar la fuerza en su sencillez. Entonces nos preguntamos cómo traducir este esfuerzo a un lenguaje espacial. Este proyecto responde a esto dividiendo la estructura original de la casa típica en tres volúmenes independientes.
Esta fragmentación volumétrica esencialmente permite el siguiente beneficio espacial: La creación de caminos que se cruzan. La posibilidad de explorar diferentes vistas del campo desde el centro. El nacimiento de un patio central, corazón de convivencia del proyecto.
Uno de los desafíos más difíciles fue encontrar una manera de proteger a los usuarios del clima directo: las altas temperaturas del verano y las noches frías y ventosas del invierno. Ésa es la razón del uso de estrategias de condicionamiento pasivo específicas. Se construye un doble piso: un techo de acero en la parte superior, que reduce la ganancia térmica protegiéndolo de la radiación solar y brindando sombra al techo principal y a los caminos externos.
El calor acumulado entre las cubiertas se disipa mediante ventilación cruzada. Del otro lado, la cubierta interior, una losa de hormigón aligerada por bloques de poliestireno, funciona como aislamiento térmico para regular la temperatura interior.