OOIIO es un equipo internacional de arquitectos, diseñadores e ingenieros dedicados a encontrar este especial “No sé qué es” que hace que una obra sea única, emocionante y capaz de transmitir sensaciones.
En Mora, España existe un edificio que funcionaba como un pajar desde hace décadas en un terreno de 235 m2. Justo ese tipo de construcción cumplía los requerimientos que busca la firma para iniciar un proyecto. La misión era simple pero también complicada: restaurar ese viejo pajar y convertirlo en un lugar habitable después de décadas de no serlo.
Cuando los arquitectos comenzaron a construir este reto, no tenían ni idea de cómo iba a terminar. El diseño fue realizado día a día, resolviendo problemas, creando un intenso trabajo en equipo junto con el cliente y los constructores.
El objetivo inicial era evitar el colapso de un grupo de modestas construcciones agrícolas que en su día se utilizaron como pajar, cuarto de herramientas, granero para mulas, perrera, pozo de agua, cocina para los trabajadores y una cueva utilizada como nevera para mantener los alimentos frescos cuando aún no existía electricidad ni electrodomésticos.
Algunas zonas de la propiedad tienen centenares de años de antigüedad y otras de principios del siglo XX, pero todas tenían en común que eran construcciones baratas y funcionales utilizadas como espacios de trabajo en el campo. Después de más de 50 años en desuso y sin mantenimiento, los edificios estaban a punto de derrumbarse.
Las primeras obras fueron refuerzos puramente estructurales de techos y paredes de adobe y ladrillo. Los arquitectos siguieron las técnicas antiguas y respetaron la forma en que esos elementos fueron construidos originalmente. Una vez alcanzadas las condiciones de trabajo seguras, el equipo de OOIIO comenzó a entrar en detalles.
Para lograr los acabados actuales, se fusionar cada uno de los espacios, que originalmente estaban divididos, para crear un gran conjunto de espacios abiertos. Para completar las fachadas se aprovecharon los bellos ladrillos antiguos que formaban parte de su construcción para repararla. El ladrillo es un material muy recurrente en la zona y de poco mantenimiento por lo que fue la opción ideal.
También se construyó un “conector espacial” que se unifica con la única escalera existente que baja a la cueva. Para llegar al primer piso no existía una forma de subir, anteriormente se hacía trepando la pared, por ello se decidió anexar más escaleras que enlazaran toda la circulación de su nuevo conector. Su forma cilíndrica, abrazando una escalera de caracol, recuerda a un tanque agrícola hecho de ladrillos.
Dentro de la restauración de la propiedad seguía siendo prioridad recuperar la mayor cantidad posible de elementos arquitectónicos antiguos. Esto implicó reparar todas las antiguas puertas de madera, limpiar y pulir los hermosos azulejos históricos de arcilla, reparar y reforzar las vigas y columnas estructurales dañadas y quitar las antiguas paredes que mostraban los materiales originales.
Los arquitectos se dieron cuenta de que la clave era aplicar un trabajo metódico de arqueología y cirugía arquitectónica reinterpretando lo antiguo con una combinación de elementos modernos para conseguir un nuevo y especial edificio mestizo.
Finalmente, para darle un buen aspecto al edificio después de muchos años de desuso, se pintó las paredes con pintura blanca de cal y para los elementos estructurales originales se utilizó azul índigo tradicional y local, mientras que los nuevos elementos se pintaron en negro. Este código cromático muestra el funcionamiento real de la estructura y se convierte en el toque final definitivo de la personalidad del interior.

Edición 77 | Especial: Salone del Mobile Milano 2024


