La zona ribereña de Praga, capital de República Checa, es un espacio público de importancia para toda la ciudad, el cual permite una simbiosis única del espacio público con la médula espinal de la ciudad: el río Vltava.
En la parte regulada de las orillas, la arquitectura de la ribera se convierte en la columna vertebral de la médula espinal del río que –a través de las ‘vértebras’ individuales de los terraplenes– sostiene el sistema esquelético de la ciudad sobre el que se cuelga toda la estructura urbana que forma su cuerpo. Sin embargo, la zona había quedado desierta después de las inundaciones de 2002 y se utilizó como estacionamiento. Recientemente, mediante un programa de activación se ha logrado su renacimiento cultural y social.
Para revitalizar el espacio, el despacho petrjanda/brainwork optó por crear una tensión funcional entre la apertura de las bóvedas y su contenido a partir del contacto único con el exterior. “Trabajamos con un enfoque característico del detalle espacial; nuestras intervenciones contrastan, y al mismo tiempo, complementan el conjunto con fragmentos significativos (sensoriales) con el mismo principio de que el ojo complementa el rostro; es su sensor, así como una parte integral”, describen los arquitectos.
La vasta zona ribereña revitalizada se extiende a lo largo de los tres terraplenes de Praga: Rašín, Hořejší y Dvořák, de casi 4 km de longitud. La primera fase finalizada es la mayor inversión que han hecho las autoridades en el espacio público después de la revolución de 1989, la primera de este tipo y con un gran impacto sociocultural. Se centra en la reconstrucción de 20 bóvedas en el muro de la ribera (originalmente áreas de almacenamiento de hielo).
El diseño arquitectónico trabaja con diversidad modular, los espacios están diseñados como una base detallada que incluye todas las instalaciones operativas y técnicas y una barra que se puede mover a diferentes posiciones. Se hace énfasis en el posible ajuste de cada una de las ‘bóvedas’ para que obtienen una integridad constante a través del equipamiento de cada inquilino con sus asientos y elementos interiores.
“Como arquitectos, supervisamos los ajustes individuales para que se preserve la visión básica del área, al tiempo que se logra la autenticidad para cada inquilino. Tratamos de ser un apoyo para los inquilinos y quedarnos en un segundo plano arquitectónicamente, permitiendo una diversidad de opiniones”.