26 abril 2019
¿Realidad o fantasía?
En un mundo que exige, de vez en cuando, escaparnos al paraíso que construimos en nuestra mente, es peligroso confundir la realidad con nuestros sueños y desarrollar productos que poco se acerquen a las necesidades reales de las personas para quienes se diseña.

Ese momento en la mañana en el que escuchamos a lo lejos un sonido que nos suena familiar, pero una neblina nos envuelve y no nos permite distinguir claramente entre la realidad y los sueños. Poco a poco el sonido se acerca y nos damos cuenta que no estamos en la playa o lejos de la ciudad, sino en nuestra cama y ese sonido no es otra cosas que nuestro despertador indicándonos que es momento de incorporarnos a la realidad, o al menos eso nos decimos a nosotros mismos mientras nos sentamos y nos quitamos las sábanas de encima.
Aunque si nos ponemos a pensar bien todos sabemos que muchas veces el mundo de las fantasías no se reserva exclusivamente para la hora de dormir. Cuántas veces no hemos soñado despiertos en el transporte público, en una sala de espera o incluso en la oficina, muchas veces preferimos escapar de la realidad al mundo de fantasías dentro de nuestra cabeza. Y aunque fantasear con que seguimos de vacaciones o que tenemos una conversación con alguien que probablemente nunca va a pasar nos proporciona algún tipo de paz mental temporal, a la larga no sirve de mucho ignorar nuestro alrededor. Obviamente fantasear mientras lavamos la ropa no le hace ningún daño a nadie, pero no es lo mismo elegir el mundo de las fantasías sobre el de la realidad a la hora de estar haciendo otro tipo de cosas, como diseñando. Y no me refiero precisamente a soñar despiertos, sino a elegir ignorar la realidad a la hora de tomar decisiones.
Por más desagradable que a veces nos parezca nuestro alrededor es nuestro deber, en especial como creadores, definir y afrontar los problemas que nos presenta la actualidad. Nunca vamos a poder solucionar problemas relevantes si seguimos pretendiendo que no existen, es como querer aliviarnos de una enfermedad mientras ignoramos los síntomas.
Remplazar la realidad con fantasía a la hora de diseñar puede ser un asunto especialmente peligroso. Diseñar objetos, o lo que sea, sin pensar en quien lo va a usar y en que contexto es de los peores errores que podemos cometer como diseñadores. Existen casos en los que diseñadores trabajan con empresas por años para desarrollar, fabricar y lanzar un nuevo producto al mercado que terminan en los titulares de las noticias, y no necesariamente por su éxito rotundo. Como el Juicero, un exprimidor de jugos de casi 400 dólares diseñado por Yves Behar que resultó ser totalmente inútil, ya que no necesitabas en absoluto el aparato para obtener el jugo del empaque que lo acompañaba. Después de poco tiempo la compañía cerró y en algún lugar del planeta están todos esos aparatos que no lograron venderse nunca. Y como este existen miles de productos que buscan solucionar problemas inexistentes o que no toman en cuenta a nadie más que al diseñador que los crea. Nadie va a comprar un exprimidor de 400 dólares si puedes tan solo aplastar el empaque con tus manos y tomarte tu jugo, no importa que pienses lo contrario.
Los productos que resultan ser un fracaso en el mercado son solo un ejemplo de lo que pasa cuando no tomas en cuenta a quien los va a usar, pero también están los que ignoran el contexto en el que viven. En pleno 2019 parece un chiste que sigamos diseñando, fabricando, comercializando y consumiendo productos que en un par de meses van a estar flotando en la isla de plástico que se mueve por nuestros océanos. Estoy de acuerdo que la bocina que compramos en cierta tienda que importa productos asiáticos a un precio que parece chiste nos parece buena idea cuando estamos pagando en la caja — wow, me ahorré mil pesos — pero seamos honestos, en un par de meses esa bocina va a estar en la basura junto con otras mil cosas que dejan de funcionar en cuanto cumplen su corto ciclo de vida. Diseñar y consumir productos baratos y poco duraderos es algo así como echarle leña al fuego que es el cambio climático causado en gran parte por modelos insostenibles de producción y consumo de bienes.
Y no es solo el cambio climático el problema de nuestra actualidad, día a día somos bombardeados con titulares en las noticias de problemas que tienen que ver con violencia, desigualdad y pobreza. ¿Cómo puede el diseño ayudar a aliviar estas problemáticas? Primero hay que abrir los ojos y ver a nuestro alrededor, el primer paso es hacer un diagnostico acertado, y la única manera de lograr esto es informándonos. Tristemente eso no va pasar leyendo solo blogs de diseño. Hacer la investigación correcta y aplicarla en nuestro trabajo es clave para desarrollar cualquier cosa, ya sea un objeto, un sistema o un modelo. Las buenas intenciones sirven de poco a la hora de solucionar problemas.
Una labor complicada es la que nos espera como creadores en esta época, hay demasiados factores que tomar en cuenta para encontrar soluciones en este mundo que parece volverse cada vez mas complejo. ¿Es realmente posible conocer una realidad tan compleja o estamos todos en secreto diseñando para nosotros mismos?
Design Films

Edición 83 | Mujer & Forma
