El jardín lleno de flores es el contexto de Parque Vía, la casa construida por Soler Orozco Arquitectos, y por ello no solamente son importantes los elementos de la biofilia que se manifiestan al exterior, sino las relaciones y el microecosistema que éste genera.
Las flores y sus diferentes estadíos, los insectos y aves que han hecho de este lugar su hogar, el espejo de agua y la jacaranda morada son el contexto de este residencial en la Ciudad de México.
La casa, construida en concreto aparente, se abre hacia el exterior con vanos y ventanas. El vestíbulo encuadra un árbol de doble altura, y la escalera escultural se vincula con el ritmo de los exteriores.
El corazón de la casa es un gran salón, iluminado con luz natural que se filtra desde todas direcciones gracias a los altos ventanales: así es posible ver el amanecer, pero también dejar pasar el sol de la tarde entre los grandes árboles del parque lineal de la calle.
Mientras tanto, desde el comedor se puede apreciar el espejo de agua y una amplia terraza funde el interior y el exterior. También la cocina mira al jardín, y unos enormes ventanales corredizos, permiten realizar las tareas diarias observando el paso de las horas y la luz entre las hojas.
Esta fluidez y el aprovechamiento de la luz natural son elementos comunes dentro de la práctica de Soler Orozco Arquitectos, una oficina con base en la Ciudad de México, liderada por Juan Soler y Alan Orozco. «Creemos en el uso honesto de los materiales y en crear espacios bien iluminados y proporcionados; creemos en la integración de los procesos constructivos dentro del diseño y en la belleza de la sencillez» nos comentan en entrevista sobre su filosofía.
Al área privada de la casa se accede por medio de una escalera que le da una pausa al ritmo de la composición, gracias a las curvas de la madera y el concreto.
La doble altura del vestíbulo superior asegura la iluminación y los ventanales permiten nuevamente la presencia del entorno natural hacia la parte privada de la casa. La habitación principal goza de una posición privilegiada, y deja ver las diferentes fases de la vida de una jacaranda: del azul violáceo de la primavera, hasta los tonos cafés de las ramas cuando pierden sus hojas en invierno.
«Buscamos que la casa fuera fluida y “transparente” para que el interior y el exterior sean una característica dominante de los espacios», rematan los arquitectos.
Los muros están revestidos por tejas horizontales de mármol sandblasteado, que solo se distingue del concreto por sus ocasionales vetas.